miércoles, 27 de julio de 2016

CON-DONES DE INTELIGENCIA

     Resulta que a todos los hombres cuando nos toca por primera vez comprar un Condón en la farmacia, se nos hace complicado el hecho de tener que pedir el tan preciado artículo que podría  hacernos prevenir ese embarazo no deseado o protegernos de alguna enfermedad de transmisión sexual.

     Son horas de preparación, de meditación y de cálculo para saber en qué momento podría estar sin gente, el antes mencionado establecimiento o cualquier otro donde podamos conseguir el también llamado gorrito, capucha o sombrero.

     Como toda primera vez, la inexperiencia y la vergüenza van de la mano cuando se quiere lograr dicho objetivo, sin embargo la curiosidad y el hecho de querer experimentar una relación sexual con protección nos hace dar ese paso.

     Recuerdo esa primera vez que me toco ir en busca de mi primer condón, tenía como 15 años y los nervios me hicieron tener que devolverme en dos ocasiones hasta que me arme de valor. 

     Al llegar a la farmacia y comenzar a ver que existían varias marcas, intente pedir una cajita de preservativos de la manera más discreta. Mientras intentaba ubicar a un empleado de mi sexo para hacer más amena la solicitud, logre percatarme que solo dos mujeres laboraban en dicha farmacia, que por cierto cerraba en horas del mediodía, y una de ellas le decía a la otra que volvía en una hora ya que se iba a almorzar.

     La empleada que me atendió, una tipa muy bonita a la que le aparentaba unos 37 años, se dio cuenta de la pena que sentía y trato de ser lo más cordial que pudo, considerando lo novato que era en esas cuestiones. 

     Una vez que me hizo entrega del paquete y al ver mi cara de perdido, como un perro en los médanos de Coro,  me pregunto si sabía cómo usarlos, o
bviamente le respondí con sinceridad, “No” y acto seguido, ella abrió el paquete, tomó uno de los condones y se lo puso en el pulgar. 

     Entonces comenzó a explicarme, diciendo que debía asegurarme que el condón quedara ajustado y seguro; y
o aparentemente lucía confundido, sin embargo asumí seriamente la explicación. Ella se dio vuelta, me dijo que ya regresaba, revisó la tienda, noto que estaba sola y me dijo: 

     “Espérate un minuto”. Se fue nuevamente, pero esta vez hasta la puerta y la cerró con llave. Me tomo de la mano, me llevó a una zona más privada donde solo ingresaba personal autorizado, se desabotonó la blusa, se la quitó, así como también su sostén y dejó todo a un lado hasta que me preguntó si me sentía excitado. La verdad es que yo era tan bobo, que todo lo que pude hacer fue decir “SI” con la cabeza, me dijo que era hora de ponerme el condón. 

     Mientras yo lo hacía, ella se quitó la falda, su ropa interior y se acostó en  el escritorio.  En seguida me dijo: “Ven que no tenemos mucho tiempo”. Yo con muchos nervios me subí y lo que paso realmente estuvo fantástico… Lo único malo fue que no duré mucho y en cuestión de minutos ya todo había terminado. 

     Ella se quedó por minutos viéndome la cara y subiendo una ceja y arrugando su frente me dijo: “¿Te pusiste el condón?” A lo que emotivamente le respondí: “Por supuesto” mientras le enseñaba el pulgar...